Miércoles al cine. Más vale tarde que nunca.



Es menos común de lo que nos gustaría, pero a veces un bache o crisis hace reaccionar a los afectados. En este caso la adormilada industria audiovisual, que siempre busca cabezas de turco externas y trabaja constantemente el despeje de balones fuera del campo, ha tomado la decisión de crear precios reducidos los miércoles para que las salas que se unan voluntariamente regresen del letargo en el que se habían hundido.

Y bien digo adormilada industria, y bien digo arte de echar balones fuera. Porque todos, un servidor el primero, estamos de acuerdo en que es un total despropósito el 21% de IVA en las entradas -y en muchas otras cosas, las cuentas no salen si a más recortes más impuestos- pero hemos de reconocer que distribuidores, salas, e incluso la academia y productoras, se han empeñado en culpar durante años a internet, señalándola como la auténtica bestia. Suponiendo que ellos, muy dignos, no posean conexión ¿sería cierto que desfavorece totalmente al negocio? Esa cuestión, junto con la evidente ¿quién no se "baja" pelis hoy en día? y otras muchas, siempre se vieron como tabú total en los círculos del séptimo arte. Miren ustedes, aquí la industria se dedicó a una batalla perdida, a satanizar a unos "piratas" que eran simples usuarios que pedían una manera diferente de consumir el producto. Recordemos que en nuestro país no existía alternativa legal para ver películas streaming (ni para escuchar música, hasta que llego Spoty y todas las descargas ilegales descendieron). Y ese anquilosamiento de mentalidad rancia y viejuna llevo a un crack muy sonoro. Para arreglarlo, ponemos los precios del cine por las nubes, olvidándonos de que el cine es un espectáculo de masas, un arte popular al que iban los pobres, mientras las familias bien llenaban los teatros y las óperas. Entonces se empieza a insinuar que a la gente ya no le gusta ir al cine. De nuevo, culpar al espectador. Señores míos, eso es mentira. Lo demuestra la fiesta del cine. Sentarte en una butaca y ver una película en condiciones, que ha sido concebida para que así sea, sigue sin tener parangón. Por un precio justo la gente sigue valorando ir al cine. Pero nunca por la auténtica fortuna que ha llegado a rozar, con unos días del espectador -permítanme que me ria: ja, ja, ja- donde bajaba un euro, y date por afortunado. Pero nadie se daba cuenta de que encima y para colmo, si alguien tenía algo que perder en este cúmulo de despropósitos era el cine español, mucho más modesto en publicidad, repercusión y fama (dejemos a un lado calidad). Imagínese usted, si se tiene que gastar el dinero de un menú en acceder a la sala, siempre elegirá el bombazo. Y por bombazo entiendo la cinta con más robots y superheroes, o la última de Woody Allen, que si bien son públicos diferentes, tienen el máximo impacto y expectación. Por lo tanto, el público potencial del cine español era un pequeño sector residual fiel, cerrado porque nadie se "arriesga" a ver cosas nuevas. Y entiendan arriesgar en el buen sentido, en el sentido de ir a ver algo desconocido, independiente, novedoso, etc. El alto precio, en definitiva y como siempre, favorece al más poderoso. 

Así pues, recibo con una gran alegría la noticia. Ahí fuera hay un montón de gente deseando volver a la oscuridad y a la gran pantalla, y pagar por ello. Me congratula ver, que antes de cargársela del todo, se han dado cuenta del evidente problema que había con los precios. Lo que me fastidia es ese ansia de agarrarse y negarse al cambio, de no adaptarse a las nuevas demandas, de culpar a los que les dan de comer y de, aunque se vea el abismo, sólo responder ante la colisión contra el suelo tras la larga caída. Pero gracias, tanto a todas las salas que hacen el esfuerzo de sobrevivir como a los creadores de la iniciativa. Porque con una entrada -aunque sea un día a la semana- a un buen precio, no hay piratería que valga.

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