"Senna cree que no se puede matar, porque cree en Dios. Y eso es un peligro."
Alain Prost sobre la fe del brasileño.
La Fórmula 1 es uno de los deportes más espectaculares e incomprendidos en Hollywood. La escasa afición que profesan en Estados Unidos ha hecho que la mayoría de películas de motor sean sobre sus propias competiciones, para desgracia de la gran hinchada con la que cuenta el Circo en Hispanoamérica, Europa y muchas zonas de oriente. Pese a todo, ha habido títulos como la gran Rush o la penosa Driven. Directores de origen europeo han hecho otras obras interesantes como Weekend of a Champion, de Polanski. En Senna nos encontramos con un documental inigualable del mayor mito deportivo que haya sostenido un volante.
Asif Kapadia es el director. The Warrior fue oro entre latas vacías. Pero aquí vuelve a lucir de lo lindo.
Nos cuenta el ascenso de Ayrton Senna, el tricampeon brasileño, en un mundo complicado. Un mundo -como deporte profesional que es- de intereses y política. Sus problemas fueron muchos, pero el más destacado comienza cuando comparte equipo con Alain Prost, entablando una enemistad que durará para siempre.
Con Prost ocurren todo tipo de conflictos: adelantamientos suicidas, tomas y dacas, declaraciones a puñal en la prensa, insultos, toques que provocarán abandonos y decidirán mundiales... Senna se enfrenta a un robo de mundial. Prost era francés. El presidente de la FIA era francés. ¿Casualidad?
Se revelan documentos inéditos, que pocas televisiones -o ninguna- habían cedido antes. Reuniones en las que Senna intenta recuperar ese campeonato robado, muchas otras en las que el presidente de la FIA se erige como un gran déspota, la lucha de Senna por la seguridad... Imágenes que son trapos sucios que la F1 intenta limpiar a base de olvido.
Hay lugar para lo horrible. En una época en la que contaba más la competición que la vida, la habilidad que la mecánica, vemos como los accidentes suceden de una forma espantosa. Martín Donnelly sobrevivió a uno de los peores impactos de la historia. Pero no todos corrían la misma suerte. Hubo muertes, sacrificios a los dioses de la velocidad.
El guión es la clave. ¿Guión? Sí. Aunque todo son imágenes reales, testimonios en off, entrevistas, extractos televisivos, el orden responde a un guión con excelente dominio del ritmo dramático que enganchará al gran público, fan de las carreras o no. Se crea un ambiente de gloria que desemboca en el clímax de una tragedia anunciada.
Lo que importa es el camino. Tanto el lado humano de un piloto que se comprometió de manera personal con la pobreza de su país, como la injusticia reiterada y repetida para que él nunca ganara. Pese a todo, ganaba, porque tenía la mejor mano, la mejor vista, el mejor cerebro. Desatará grandes pasiones; viviremos las victorias como si fuesen en directo, odiaremos a Prost como al mismísimo Satán, mascaremos la goma, oleremos el humo, lloraremos las muertes.
Con Senna murió un tipo de competición. Hoy tenemos carreras apasionantes, velocidades increíbles y la vida de los pilotos casi a salvo. Pero con tanta perfección técnica se ha perdido gran parte de la emoción. Emoción humana de cuando había lugar para la épica.
Vio con impotencia como la profesionalidad conlleva robos y humillaciones para cumplir un plan determinado. Era tan poderoso que ganaba incluso con eso, cuando todos los conspiradores pensaban que ya le habían jodido bien, llegaba y descorchaba el champán en su cara. Decía que corriendo se acercaba a Dios, que lo veía cuando rozaba la perfección, en actos de fe y rezo que rozaban el misticismo antes de comenzar a rodar.
Pieza imprescindible. Pura narración emotiva, con velocidad y épica. La mejor película de Kapadia, que se sube a lo más alto del podio.
PELICULA COMPLETA Y EN ESPAÑOL:
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