El Hobbit animado (Jules Bass, 1977)



La pasión por la obra de Tolkien (que es un espejismo causado por la obra del señor Jackson) se reaviva con el trailer de La Batalla de los Cinco Ejércitos, film que cerrará -de una maldita vez- el tedioso e interminable relato cinematográfico sobre el origen del Anillo. Por ello recuperamos hoy la versión que en 1977 acercó las aventuras de Bilbo Bolsón a todas las televisiones. Y en poco más de una hora.


Uno de los aspectos más chocantes es el diseño, la estética y la labor artística, tan personal -en una época todavía virginal a nivel de la imagen de la Tierra Media- que puede agradar o desagradar a partes iguales. Defiendo muchas partes de su dibujo con un sabor añejo a cuento que derrocha magia. La animación es torpe, pero los hobbits, los enanos y el propio Gandalf aparecen con una personalidad única y un diseño icónico familiar y extraño a un tiempo. Lo peor puede ser Elrond, aunque tampoco es que el agente Smith de Matrix fuera mejor elección.

El ritmo no es histérico, no necesita de hipérboles constantes, sino que respeta la tonalidad agradable y pausada del original. Siguiendo el esquema constante del libro -tranquilidad, conflicto, inminencia del fracaso, resolución en el último momento, descanso- se atreve a saltarse la literalidad, eliminando personajes o aventuras que ralenticen la trama en exceso. Las leguas de viaje son resumidas con panorámicas del paisaje y música, en un ejercicio de elipsis cinematográfica básica que Jackson no ha aprendido todavía. A pesar de esas licencias, muchas líneas de diálogo son trasladadas letra a letra. Y parte de la grandeza del libro, y por consiguiente de la cinta (aunque luciendo mucho menos), están en las conversaciones que nos muestran el carácter de los personajes, sus defectos, fobias, filias  y evolución.


La música también es un aspecto importante, tanto en el universo tolkieniano como en la película, que bien de manera diegética o extradiegética adapta las canciones más representativas del libro, siendo leitmotiv de muchas escenas. La única pieza que "canta" es la creada como banda sonora, The Greatest Adventure, con un tono folk hippie que te expulsa de la ficción cada vez que aparece.

Los enfrentamientos violentos, las batallas y los rifirrafes físicos son tratados de forma rápida y eficaz que, pese a lo que se piense, es muy parecido a El Hobbit literario. Tolkien no se recrea en las partes "épicas" como sí hará el género de espada y brujería, que es todo lo contrario a su estilo. Aunque la batalla de los cinco ejércitos peca de brevedad, con un grandísimo plano general en el que los guerreros parecen hormigas epilépticas. Se podía haber resuelto con elegancia y dramatismo, pero me temo que era más una cuestión de presupuesto que de creatividad. 



Es repetitiva, soporífera a tramos y torpe, recurriendo a la narración voice over de Bilbo cuando no sabe cómo continuar en la segunda mitad del relato. Aun así hay oro y magia en la presentación de Gandalf (al que puso voz John Houston), en el enfrentamiento con los Trasgos en los subterráneos y en la contienda con Smaug. En una balanza, lo bueno pesa más si se conecta emotivamente. Hace que, aun con sus defectos, recordemos la película de forma entrañable, gustando volver a ella de vez en cuando por su encantadora visión, más cercana a la artesanía que a la superproducción.



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