Apostando por Scorsese.

Sé que tenía que haberlo hecho antes, pero hay algo de maravilloso en no conocer hasta hace unas horas una película como Casino, de Martin Scorsese (1995): quedarse sin aliento, alucinado y con las ganas de aproximar a los pocos lectores que no me lleven la delantera una obra maestra. Hace quince minutos que terminaron los créditos. Tengo el corazón a mil por hora, y una excitación de esas que te indica que acabas de ver algo irrepetible. 

He aquí el único fallo de la película. ¿Lo veis? 
No destriparé el argumento, pese a que aporta al género "de mafiosos" muchísimas novedades. El largo cuenta la historia de Sam "Ace" Rothstein (Robert de Niro), un corredor de apuestas judío que se apunta a controlar un casino de Las Vegas perteneciente a la mafia. Intenta mantener a raya a sus empleados y rentabilizar lo máximo posible el negocio, no meterse en líos y tener contentos a los jefes. Pero un día llega Nicky Santoro, hombre de acción que ve en todos esos ludópatas, aunque clientes de Ace, presa fácil para sus actos delictivos. Valga con esta vista de pájaro para situarnos, porque hay muchísimos conflictos, amores, golpes, complicaciones y todo tipo de pequeñas tensiones y rencillas que no comentaremos. 

La primera escena nos muestra a De Niro saliendo de un edificio y montándose en su coche. Coche que explota violentamente, dando paso a los créditos sobre el fuego del asesinato. A partir de ahí se nos va a contar toda la historia en Voice Over, con dos narradores principales: el propio Sam, y el polémico Nicky Santoro. Mucha, mucha, muchísima narración, que a veces abandonamos para escuchar en vivo a los personajes. Pero lo cierto es que no hay un minuto de silencio. Si alguien me hubiera comentado ese detalle, probablemente mis ganas de verla se habrían esfumado. Normalmente un uso excesivo de la palabra apunta a la poca explotación de la imagen. En este caso no es así. Principalmente porque cada frase es una maravilla de guión, todo está planificado para que el tiempo trascurra como el guionista (Nicholas Pileggi acompañado de Scorsese) quiere. Se acelera, se frena, no te deja descansar. Estas corriendo metro a metro, día a día, con sus protagonistas, sus impresiones, sus aventuras y todos sus actos. No sobra ninguna palabra, hay magisterio de buen guión en cada párrafo. Carece por completo de verborrea barata, pocas veces se puede hacer crecer así una historia, constantemente, minuto a minuto. Conforme avanza llega un momento que escuchamos menos narración y más diálogo directo, pero hacia el final recuperamos la narración en su máximo esplendor. Todo a favor de los tempos, dominados exquisitamente. Acompañado de música, de canciones sin parar. Nunca había escuchado tantas pistas en una película, parece un gran videoclip. Los Rolling Stones son los protagonistas absolutos. Clásicos rockeros utilizados de manera ágil y emotiva, para no dejarte ni un minuto de silencio, excepto en algún momento muy corto y altamente dramático.

Aun con todo nos falta el elemento clave que redondea y engalana la obra: los movimientos de cámara. Travellings imposibles, panorámicas, planos secuencia que recorren el casino, dados sobredimensionados que ocupan la pantalla entera, fotogramas congelados para favorecer la narración, puntos de vista diversos... Magnífico movimiento del objetivo, al compás de la historia. Algunos planos cenitales que son absolutamente llamativos, no tanto por novedosos como por bien elegidos, casi se nos antojan necesarios. Y los planos en la cama, que en lugar de mostrarnos el colchón horizontalmente, nos lo muestra vertical, pareciendo que los personajes están de pie, o nosotros tumbados. La sensación de ingravidez por el empleo de la steady nos permite volar libremente por los emplazamientos, saltar de un lado a otro sin perder detalle del recorrido, hasta colocarnos de nuevo donde Scorsese quiere. Absolutamente genial el trabajo de Robert Richardson. Que no hubiera destacado tanto sin un montaje centrado por completo en el ritmo y en las perspectivas poliédricas.

Un diamante, de los muchos que tiene esta mina de buen hacer cinematrográfico

Genial está De Niro, genial está Joe Pesci, genial está Sharon Stone, nominada al Oscar por este papel. Es curioso ver a De Niro sin interpretar a un italiano, aunque su presencia sigue siendo absolutamente abrumadora. Llena cada toma, a pesar de no ser el tipo duro al uso, si no una especie de sensato delincuente. Joe Pesci si que no se libró de su cliché, con esa voz nasal absolutamente punzante que rechina en todos sus diálogos, lo que junto con su "simpatía" a la hora de soltar tacos a velocidad de vértigo, lo convierten en uno de los tíos más geniales interpretando "espaguetis". Pero Sharon Stone, la guapa cabeza loca, que degenera cual Scareface a lo largo del metraje, se ha llevado merecida fama. Pasando del susurro dulce al grito feroz y descarnado, de la más pura belleza a la total decrepitud. Tenemos que ser justos y darle a ella el balón del partido.

No quiero extenderme más, ni destriparla más. Casino es para abrirla, olerla, disfrutarla y vivirla. Sólo os digo una cosa, cancelad todos los planes. Porque desde el primer segundo vais a quedar pegados al asiento, respirando lo justo para sobrevivir y tal vez os cueste quince minutos, como a mi,  recuperar el aliento.


Las curiosidades de Casino:

El personaje de De Niro está inspirado en Frank Rosenthal, un jugador profesional que entró a formar parte de la directiva de un casino en Las Vegas. Scorsese trabajo intensamente en la documentación, llegando a entrevistarse con conocidos del propio magnate. En la película no se le idolatra, pero se echa de ve con nostalgia la época en la que Las Vegas era una ciudad de perdición, y no un parque temático.

Para mantener el raccord en escena, De Niro sujetaba siempre el cigarrillo a la misma altura. Así a la hora de empalmar diferentes tomas no había falta de continuidad. 

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