True Detective. Un relato lovecraftiano contemporáneo.

CUIDADO:

SPOILERS CÓSMICOS

PÉRDIDA DE CORDURA



A estas alturas todos hemos visto True Detective. ¿No? ¿Y qué haces perdiendo el tiempo con blogs de la internet en los que sólo lees lo destacado en negrita? Corre, vuela, róbala en DVD, cómprala, pídesela al vecino del cuarto, haz lo que haga falta para dejar de ser un maldito inadaptado... Bien. Ahora que ya sólo quedamos los ciudadanos del siglo XXI, puedo pasar de poner las incómodas sinopsis. No nos hace falta contexto, porque vamos a hablar de esta seriaza viéndola en perspectiva, como el último escalón del relato gótico de Poe, el horror cósmico del círculo Lovecraft y las tramas policíacas negras televisivas. True Detective es mucho más que Matthew McConaughey imitando a Pablo Iglesias, haciendo muñecos con latas de cerveza y fumando cigars. 

"Suelo empezar a beber tempranico. Denzel Washinton,  bájate al chino a por un pack de Estrella Galicia."

La serie cuenta con muchas caras y dimensiones, y aquí voy a desarrollar las que yo he podido descifrar. En internet hay cientos de blogs y foros que analizan cada plano, mensajes subliminales, referencias, influencias y hasta idas de olla que directamente son fruto de sus propias paranoias. Podría aparecer como ejemplo en la definición de transmedia.

El aspecto que personalmente más me atrajo desde un principio es esa brujería sugerida y subyacente, que estás ante algo muy gordo, con resquicios oscuros que no se te cuentan para que seas tú quien los complete. Pero no quieres completarnos, porque es un abismo directo al terror más sórdido. Por contra, el ingrediente sobrenatural es diluido entre corsés narrativos puramente negros y de series de detectives, con mucho interrogatorio, viaje, pistas falsas y errores. Y con la gran maestría heredera de la novela y el cine negro: mostrarte la solución del enigma en los primeros compases, para que en el último acto digas -como dicen los propios protagonistas- "lo he tenido siempre delante de mis narices". Poner señuelos es fácil, lo difícil es colocar al "malo" en no pocas ocasiones, maquillar su culpabilidad y nuestras sospechas. Por último también tenemos tramas humanas, interiores. Posmodernidad a tope, y mariquita el último. 

Rust, antes de presentarse a alcalde de Carcosa con Podemos.

Podemos hablar de muchos tópicos góticos revisados:

  • Locura. ¿Cuantos personajes de Lovecraft pierden la cordura al ver la realidad? ¿Cuántos comienzan el relato pasando por tarados? Ahí tenemos a Rust, un hombre que "ve cosas", que va a contracorriente, que disfruta asomándose al abismo, que tiene una especie de instinto sobrehumano y que, en los últimos capítulos, se tiene que enfrentar a algo superior a la naturaleza humana, a un mal supremo encarnado. 
  • El monstruo. Y no me refiero precisamente al hombre de la cara de espagueti. Porque él es sólo una extremidad del coloso oscuro a derrotar. Recordemos la cantidad de gente que está detrás: el masterchef de la droga, el colgado de los tatuajes que habla de estrellas negras, y toda la alta sociedad que, supuestamente, viola y sacrifica niños o tiernos jóvenes. Y que quedan impunes, como bien claro queda en el informativo del último capítulo. Todos forman una única criatura de terror ancestral, con cuernos de venado, rodeada de espinos y espirales. Pero que todos se empeñan en confundir con un cordero. ¡Bastardos incrédulos!
  • Terror cósmico. Toda la palabrería nihilista de Rust, junto con la santería y el satanismo, nos crean una cosmovisión ambiental que trasciende una trama a lo CSI. Cuando la vi por vez primera, y también al revisarla por segunda vez, me dió la misma impresión que -perdón por la pedantería- he venido a denominar tono sobrenatural escéptico.
  • Tono sobrenatural escéptico. Es el lado más ambiguo y rico. Cada elemento que roza el misterio, la magia o el rito, es contrapesado con una posible explicación material. Suele ser siempre insuficiente, porque quedan flecos de duda, pero sirve como único flotador para aferrarse a él en un mar de irracionalidad. Toda una reflexión existencial, de la que deberían escribir los eruditos.
  • Carcosa. Creación de Ambrose Bierce, y asimilada posteriormente por Chambers y el círculo Lovecraft (desde sus contemporáneos hasta hoy), es un lugar plagado de ruinas, reminiscencias del pasado, espíritus y aconteceres extraños. Las versiones posteriores del genio de Providence harían de Carcosa -se le llame o no así- un emplazamiento donde confluyen dimensiones.
  • El Rey Amarillo. Chambers de nuevo crea éste icono, entidad que habla mediante sueños y delirios a los mortales, también revelando su verdad en un libro que contagia locura a quién lo lee. De nuevo, conocido y mejorado por Lovecraft. ¿A alguien le suena el Necronomicón?



Y su contrapuntos que son también típicas tramas detectivescas contemporáneas:

  • Metanfetamina. La única serie que todavía se resiste a meterla es Juego de Tronos. Y no descarto que muy al norte del Muro toda esa peña venga colocada de una rave invernal. Las caras y los ojos azules os delatan, caminantes. 
  • Prostitución. Las putas siempre saben algo. Normalmente más que los detectives. ¿Cuándo los delincuentes dejaran de olvidar pistas en las mancebías? Al menos son mancebías posmodernas, zona de acampada libre en Sodoma
  • Pederastia. Por desgracia un tema muy actual últimamente. Y muy desagradable para ampliar aquí. El caso es que es uno de los eslabones de la trama, iglesia evangélica de por medio. 
  • Sociedades pseudosecretas. Existen, es un hecho. No sé si para invocar a dioses primigenios o para dar rienda suelta a sus perversiones, pero en los periódicos gringos han salido casos de violaciones rituales. Y se grababan en vídeo para incriminarse que la mierda los regara a todos por igual, evitando soplos. Familiar, ¿no?
  • Interrogatorios. Muchos, mucho diálogo y viajecito en coche. Si no estuvieran tan genialmente escritos, serían insoportables. Pero lo están. Y son magistrales



Estos son algunos de los ingredientes que dan el color de relato lovecraftiano actualizado. Pero no olvidemos que también, y sobre todo, es una historia de relación entre dos personajes. Que tienen un peso enorme sus vidas personales -cosificaciones de su mundo interior- y sus mentes opuestas pero complementarias. Como bien se ve en la resolución del caso, Rust madura y sospecha, persigue y acierta; pero Martin remata con el toque final. También es una historia de hundimiento, de ascenso y caída, de nostalgia y amor odio. Este añadido le da una cuarta dimensión humana, tan característica de las ficciones televisivas actuales.

True Detective, un gran cuento de horror policíaco de ocho horas de duración, que nos ha dado mucho más de lo que el espectador puede asimilar en un visionado. Elaborada de forma personal, abre un nuevo camino como "serie de autor". Fascinante y tenebrosa, de luces y sombras, da la ultima pala de arena en el entierro del concepto "caja tonta", para transformarla en un medio que, en ocasiones como esta, está a la altura -y por encima- del propio cine

DiCaprio sacó la navaja y le robó el Oscar. "¿Qué dice Nietzche de esto?", gritaba.

EDITO: Esta serie también tiene haters. Muchos dicen que es un acto de prestidigitación, que mueve rápido ciertos hilos para no contarnos nada, que si no se resuelven las cosas, que si quién mató al gato. Manda huevos que, tras tantos años de evolución y experimentación cinematográfica, la gente se ruborice por un puto final abierto. Y luego irán de progres. Y de modernos.

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