Algo va a ocurrir... Tan sólo son los títulos de crédito deslizándose en la carretera. Algo va a ocurrir. Un pensamiento normal, teniendo en cuenta el acto voluntario de ver una película, y la esperanza de que pasen cosas, pero... Algo va a ocurrir.
Duel es el debut -en forma de TV movie- de un joven Steven Spielberg. Aunque fue tan genial que se compraron los derechos para exhibirla posteriormente en cines, aumentando su duración de 74 a 90 minutos, y su formato de 16 a 35mm.
La historia es sencilla: un camionero loco pone en peligro constante la vida del protagonista, un conductor normal que conduce camino a casa. La idea proviene de una novela corta del propio guionista, Richard Matheson. Si os suena será por otra novela: Soy Leyenda.
Suspense y tensión. Características poco vistas en una road movie. La road movie con más road que he visto, porque el director no quiere que salgamos de los vehículos excepto en contadas ocasiones.
Naturalizará reencuadres en retrovisores, perspectivas imposibles, colocación de cámara en la carrocería. Todo sencillo, barato y de resultado espectacular por el dominio del punto de vista. Herramienta fundamental para el mencionado suspense. Aprendió la lección de Hitchcock al pie de la letra: adelantar información al espectador, sin que los personajes lo sepan. Nervios, puros nervios es lo que causan escenas como la de la cabina, en la que -mientras el prota llama por teléfono- vemos acechar el camión en segundo plano. Con reminiscencias a Los Pájaros -también están en una gasolinera- nos empieza a dar pinceladas de gran narrador. Una narración audiovisual sin diálogos en muchos momentos sólo puede ser ejecutada con dominio del lenguaje cinematográfico.
"Un recorrido por la angustia"
"Un recorrido por la angustia"
El guión está cargado de peripecias que la buena puesta en escena permiten. Show, don´t tell, ya sabes. La voice over aquí enriquece. Mucho. Añadiendo, en dos ocasiones muy puntuales, los pensamientos aterrorizados del protagonista. Son tan hipnóticos que la película aguanta minutos y minutos sobre esos textos, como en la cafetería, primer punto de giro en el que empezamos a preguntarnos, como él, quién es el conductor asesino. Muchos planos sin demasiada gracia, que se convierten en soberbios gracias a la buena pluma. Pero el guionista no quiere chupar cámara, ocurre en dos o tres ocasiones solamente. Se agradece.
Hablemos del camionero. Genial decisión ocultar su rostro, que sirve para establecer dos valores fundamentales: el enigma de ¿quién será? -casi paranóico- y "animar" al vehículo. El camión toma vida propia, parece un monstruo moderno, un golem de acero y gasolina. Hay una escena que termina de humanizar a la máquina cuando, en la oscuridad de un túnel, viéndolo en silueta, enciende sus luces como el felino dilata sus pupilas al ver una presa.
Porque hablamos de cacería. El enfrentamiento a muerte entre dos mundos. Entre el protagonista, con matrícula de California, y el golem de cuarenta toneladas de Nevada. La confortable ciudad contra el rudo desierto, el hombre acomodado en un oasis de confort contra el depredador salvaje. Se animaliza al hombre, en una especie de Disney invertido, donde los hombres pierden la razón para entregarse a los instintos más primitivos.
No es una película de grandes paisajes, pero si de primeros planos expresivos. No nos deleitamos en las panorámicas, si no en los rostros. Es un recorrido por la angustia.
Spielberg nos demuestra que puede aumentar el pulso, sabiendo expresar mucho con poco, sobrio y magistral. Faceta que pocos tienen, que nos encanta. Por contra el Spielberg infantil o el Spielberg que intenta hacer acción dramática, nos incomoda bastante. Pero ¿quiénes somos nosotros para juzgar? Aunque bueno, igual nos está leyendo. ¿Steve? ¿Hola? Escucha, una cosa...
¿POR QUÉ COÑO NO EXPLOTA EL CAMIÓN?
Epic fail. Nos enseña bien grande -todo el rato- el cartel de inflamable, desde el principio. Crea la espectativa de una mascletá final. No la cumple. El muy calienta... coches.
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