Arsénico por Compasión. Dos caras de la misma comedia.



Mortimer (Cary Grant) es un crítico de teatro que vuelve en Halloween a la casa en la que se crió para decirle a sus ancianas y apacibles tías que se casa. Pronto descubriremos que, pese a su carácter entrañable (y quizá por ello) administran con gracia etuanasias sin consultar a las víctimas. Persona que creen que sufren, persona a la que le dan un lingotazo de vino con veneno. Para colmo aparecerá el monstruoso hermano del protagonista con su médico dermoestético, una pareja que también se dedica al hermoso arte del caput. ¿Quién asesinará antes a quién?

Arsénico por Compasión (Arsenic and Old Lace, Frank Capra. 1944) no es sólo uno de los ochomiles de la comedia clásica, ingeniosa, ácida, ridícula y con diálogos efervescentes; sino que además es una genialidad estética que exprime al máximo una puesta en escena teatral de -casi- un solo emplazamiento. Mezcla a la perfección el humor físico e inteligente, y tiene ciertos rasgos anticipatorios de lo que será el cine dos décadas después.

Arsénico por Compasión Cary Grant


La comedia como género ha estado infravalorada, y eso le permite rozar la frontera de lo salvaje. Aquí, muchos años antes de las corrientes postmodernas, ya se juega a la perfección con los géneros. Aunque sabemos que es una comedia (cosa que la posmodernidad desdibujará hasta la duda) se pasa de unos interiores tan amables e iluminados, a unos oscuros expresionismos e imagen a la Hammer, que dan a entender el dominio de las herramientas de terror. Es una lección tan válida para el aspirante a guionista cómico, como para el aspirante a director revisionista de Frankestein.

Arsénico por Compasión expresionismo



Está cimentada en la comedia más básica y esencial.  Ciertos personajes asumen la anormalidad (el asesinato) como algo habitual, mientras que hay uno cuerdo que funciona de polo opuesto, saltando risas del roce.

A ratos me parece una visión delirante de Ordet (sobretodo este Johannes llamado Ted, que en lugar de creerse Cristo se cree Roosevelt, y que no ha enloquecido por Kierkegaard, sino por la biografía del presidente) , pero hay muchos puntos metalingüísticos que no son fruto del delirio personal:  La caracterización de su hermano como Boris Karloff (al que incluso mencionan varias veces) en homenaje a Frankestein, ese Peter Lorre que siempre tendrá el estigma de M, el Vampiro de Düsseldorf, (y que siempre recordaré como el borrachín de Historias de Terror, de Roger Corman), incluso una reflexión sobre el suspense en el que se frivoliza con que los protagonistas nunca adviertan la presencia del asesino. "En las películas nadie oye ni oye nada". Desde mi punto de vista retrospectivo no he podido quitarme La Soga (Rope, Alfred Hitchcock. 1948)  de la cabeza durante la primera mitad de la película. 

Arsénico por Compasión Frankestein

La cámara se salta el "eje de proscenio" construido para la habitación. Es tan poco habitual en la película (y en el género, y en la época) que llama poderosamente la atención, y vuelve a hacer de bola de cristal en visión directa con el futuro.

Hubiera sido fácil que los actores se sumieran en el ridículo por las situaciones absurdas, en un festival de sobreactuación que desdibujase el guión. Pero las interpretaciones son deliciosas. Hacen gala de la habilidad para la comedia, haciendo reír sólo con gestos y miradas. Y ahí se lleva la palma Cary Grant.

Arsénico por Compasión


Cary Grant es un gran actor, Cary Grant es un gran hombre, Cary Grant es un dios ¿de dónde viniste? ¿A dónde fuiste? ¿Sigues allí haciendo películas?  Que nadie lo vuelva a comparar con el piojoso de George Clooney, porque al primero que lo hizo le llamé loco, pero al siguiente le llamaré gilipollas.


Maravillosa, interesante más como película total que como comedia particular. Sabe hablar varios lenguajes y dominar dos estéticas.


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