300. Lecturas políticas, pajas mentales y golosinas épicas.



Me la trae bastante al fresco las lecturas políticas sobre la película de Zack Snyder. Me da bastante repelús cuando la tachan de propagandística. El mismo repelús, más o menos, que cuando dos o tres frikis me hacen lecturas profundas de zombies (o mutantes, o hobbits), comparándolos de no se qué manera con la Unión Soviética, Stalin, la crisis de los misiles o Barcelona 92. No les quito razón, ojo. Pero son ellos los que me quitan ilusión de contemplar un entretenimiento ligero, para convertirlo en la masa espesa y densa que tienen en el culo los intelectualoides gafapastosos.

El cine puede valer para tocar todo el tema que se quiera. Tema no significa aburrimiento. Tema tiene Bergman, cuya filosofía a veces peca incluso de poco maquillada por la trama -que es lo mínimo que ha de exigirse a un guionista- y tema tiene Regreso al Futuro. Detesto la gratitud inframental y efímera, con hordas de gentes que se entretienen viendo movimiento (que se queden en casa tirando una moneda al suelo) como a los modernos que desde su atalaya escupen a lo popular (dirían maisntream, los hijos de puta), en un ejercicio de glorificación hacia su persona.



En 300 hay arte. Puro arte estético. La imagen mejora el cómic y funciona en pantalla a la perfección. Gloriosa, no ya por su "literalidad"-podría haberse encontrado otro camino que también funcionara, del mismo modo que muchas de las mejores adaptaciones de novelas van a lo esencial y obvian lo circunstancial-, sino por su expresividad. Los colores, el ambiente, personajes y paisajes, todo es una cabriola virtual que fructifica en golosina épica. Muchos dirán que es todo falso, ¿y qué es el cine sino falsedad? Al igual que muchos consideraron repulsiva la imagen de El Gabinete del Doctor Caligari (falseada hasta el extremo), habrá quien suelte su rabia contra 300. No puedo estar más en contra.

¿Persia va a Eurovisión? Porque Jerjes y su look arrasarían.


Si se es consecuente, vale. Sea un hombre en un ataud, como Buried, o sea el abuso extremo del croma, como aquí. Lo que no me vale es el alarde por el alarde, donde un equipo técnico pretende hacer con los efectos especiales un juego de prestidigitador, para confundirnos y que no veamos la carencia de guión. 300 es sincera, olé por ella.

Recurre a una iconicidad pasmosa, donde la imagen narra por si misma el caracter de los personajes. Introduce una voz de narrador que enriquece el tono épico, donde no sobra ni una frase. Lá música huye de la retahíla épico-wagneriana a golpe de guitarrazos pesados, haciendo que todo luzca más.


Pero lo siento, no todo el campo de Grecia es orégano. Cuenta con algunos fallos importantes. Tras un prólogo magnífico -de los mejores momentos de la película, aun cuando éstos suelen sobrar- que nos arrastra sin darnos cuenta hasta la media hora larga de la peli, nos encontramos un ecuador pobretón y aburrido. Tras las primeras refriegas y batallitas, entretenidas y pelipúnticas, lo que son recursos frescos y sorprendentes, se apolillan y amohínan hasta el sopor. Porque, más allá de la cámara lenta y de la ya comentada imagen, es una película pobre en recursos. 

A no ser que nuestro ideal de entretenimiento sean torsos sudorosos y cabalgatas de carnaval persa, llegará un momento en que la batalla se haga larga. Y algo pesada.


Que los preparativos para la batalla sean más emocionantes que el umbral de ésta, es una buena lección: se dilata demasiado y lo que en un principio es espectáculo visual termina en desfile circense, dónde sólo seguimos atentos por la curiosidad de ver cual será el siguiente monstruo del freak show.

La muerte de Astinos remonta el éxodo de cuarenta minutos perdidos en pirotecnia, recordándonos que hay algo en juego, que pueden morir, y que de hecho lo harán. Entonces se suceden otra vez momentos emotivos: la traición de Efialtes, el momento en que la Reina descubre al traidor y el sacrificio del capitán, al más puro estilo Mordred de Excálibur.

Se llama 300 en honor al número de veces que Gerald Butler pone esa caraza.


Película que encumbra el nuevo cine de entretenimiento. Sus errores (abuso de la cámara super lenta, parte central lenta) se le perdonan gracias a una magistral y personalísima imagen . La trama cuenta con puntos de giro poderosos cercanos al clímax, que nos vuelven a enganchar y emocionar, para explotar en una traca final demasiado solemne. Podríamos exigirle a Zack Snyder un mejor manejo de los tempos. El gesto muestra-piños de Leónidas es tan reiterativo que puede causar una fobia terrible hacia Gerald Butler.

Si no la has visto, te envidio. Luce poderosa en el primer visionado. Envejece algo peor.


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