El cine actual es homogéneo, aburrido, clónico... Todo el día con lo mismo, y (casi) es cierto. Porque el cine no empieza en las salas, más bien termina.
Gracias al vídeo en demanda a través de internet, que tanto genera en Estados Unidos, sumado a la era de la revolución digital (y el abaratamiento de costes), son posibles películas originales, arriesgadas y de calidad por muy poco. It Follows es quizá la mejor. It Follows es la crème de la crème. A tutiplène.
Como consideramos que cuanto menos sepáis, mejor -pero también sabemos que si no os pinchamos un chute de curiosidad, peor-, traemos cinco razones que os van a hacer verla como unos putos guarros. SIN DESTRIPAR NADA DE LA TRAMA. Bueno, sí: el título puede llevar a equívocos. No habla de Twitter en ningún momento.
TERROR. Es una película de miedo. Es difícil causarlo, y las películas que se lo proponen suelen dar algún susto y mucha vergüenza ajena. It Follows crea una ambientación inquietante de una forma bellísima, en la que nada es seguro. Acelera las pulsaciones con elementos colocados en pantalla de una manera delicada, haciendo de lo que se presupone decorativo algo narrativo. No intenta explicar en ningún momento a qué responde lo desconocido. Esto no es Poltergueist. Esto no es El Resplandor. Bye, bye, cementerios indios.
SUTILEZA. Los segundos planos nunca han dado tanto miedo. La amenaza se diluye con la normalidad, y el director no nos subraya el peligro. Jugará con nosotros, creando un sentimiento de paranoia que tiene a nuestras pupilas barriendo cada plano. El punto de vista es fundamental, dejando claro lo explícito para finalizar con lo implícito y la reconstrucción del drama en nuestro propio subconsciente. Pero tranquilos, también hay sustos para el magreo estratégico. Elemento fundamental del género.
ESPIRAL. El giro constante de la cámara sobre su eje (presente desde la primera escena) sirve para introducirnos en la desesperación de la protagonista, pero también simula la ansiedad y la mirada nerviosa que genera el miedo al entorno. Sólo nosotros, los espectadores, sabemos que cualquier persona puede ser el monstruo. Y sólo nosotros (y la protagonista) sentimos la crueldad radical del laberinto de lo cotidiano.
LA HISTORIA DE UN VIRAL. Si sois de los supersticiosos que pasáis mensajes en cadena para no tener cien años de castidad (o de mala suerte), veréis la analogía. Una maldición que has de pasar para esquivar. Freud diría que habla del miedo al sexo y a la pérdida del Don (cómo mola ser cursi). Es evidente que muerte y sexo siempre van de la mano en las películas del género. En Halloween o Viernes 13 el asesino es un castigo a la promiscuidad. Aquí está la evolución de esa idea, orbitando en torno a una escena clave en la que una elipsis muy habilidosa nos hará escribir nuestra propia conclusión sobre qué termina con el peligro (y si termina o no). Muy recomendada también para todos aquellos que no sois capaces de salir de la friendzone.
DIRECCIÓN/REALIZACIÓN. La ingravidez (y el nerviosismo) de la fotografía retrata los lugares coloridos de un hogar seguro que van mutando en la desolación de ruinas amenazantes, sabiendo exprimir toda la expresividad de los elementos comunes que habitan en cualquier entorno cotidiano. La película nos narra sin diálogo (en la era de la verborrea) las relaciones entre personajes, los pensamientos y conflictos internos, y las obsesiones de cada uno. Con un plano y un contra plano, construye un relato. Con sus fundidos, metáforas. Descifraremos en cuestión de segundos odios, envidias y deseos, cosificando lo intangible. Todo gracias a su director: David Robert Michell, que nos introduce de lleno con la colocación de la cámara (escena de la silla de ruedas = vuela sesos), y travellings parsimoniosos de acercamiento y alejamiento -con los personajes mirando al eje-, para reforzar emocionalmente una persecución pausada y constante ("es lento, pero siempre llega"). Si sumamos su banda sonora apoteósica, llena de samplers saturados y bucles inquietantes, It Follows se convierte en la pesadilla perfecta
Una píldora genial contra el pesimismo cinéfilo. En la red están ocurriendo cosas maravillosas (hace poco hablábamos de Diamond Flash), reafirmando una era dorada del cine. Pero sin cines.
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