Gente en Sitios. Aire fresco para la comedia española.



Reducir la comedia (o el cine) español a Ocho Apellidos Vascos (Emilio Martínez Lázaro, 2014) sería una injusticia, para el propio cine y para nosotros como espectadores. Hay películas en España de todos los colores y sabores, incluso algunas nacen del subsuelo, sin dinero, con pocos medios pero una gran idea. Esto es Gente en Sitios (Juan Cavestany, 2013), un análisis de la vida que no da respuestas, subraya los enigmas y nos hace reír de una forma nueva.

Galardones: Seleccionado en el TIFF, seleccionado en el festival de San Sebastián, premio especial del jurado Noves Visions en Sitges.



Aunque el título parezca abstracto, describe superficialmente lo que veremos: personajes en situaciones donde lo cotidiano y lo sobrenatural se funden en un costumbrismo onírico muy interesante. Son historias conectadas por la estética, por algunos personajes, pero sobretodo conectadas por el tono kafkiano.

Es imposible no ver en esta cámara en mano con olor a vídeo doméstico algún paralelismo con la imagen que a mediados de los noventa nos ofreció Lars Von Trier o Thomas Vinterberg. Hay una crudeza en la imagen que choca de frente con el tono de las comedias convencionales, que suavizan la fotografía al máximo. De hecho empezamos en un interior, donde no se enfoca demasiado, con una iluminación natural y una pareja que pide comida desde su mesa en un restaurante. El camarero toma nota. Y nunca termina. Pasan minutos desde que ya han pedido, no se va, sigue escribiendo. Este es el humor de lo incómodo, y la cámara entra en el juego.



El montaje de tijera afilada, que constantemente corta, subraya más nuestra confusión. Una confusión que no nos impide captar los gags, los chistes, que son diferentes en cada parte: humor negro, humor doloroso, humor surreal, humor absurdo, humor que roza el chiste de bar... Los personajes aparecen sobredimensionados en las cámaras, los planos y contraplanos son detalles de las caras, no bustos parlantes. Penetramos en la psique de cada uno de ellos, en estados mentales que se alejan de la cordura a medida que el objetivo se acerca a ellos. 

Es evidente que el guión existió para luego ser olvidado. Hay improvisaciones que dan a entender largas tomas en cada emplazamiento, buscando el realismo de las situaciones. Salidas y entradas en bucles donde los actores repiten frases y movimientos, mantras que nos hacen entrar en un estado alterado de comedia. Los pequeños relatos no aspiran a concluir, vamos y venimos de gentes cuyo futuro es incierto. Es una película de nuestra España de incertidumbres, en las que se viven situaciones apretadas y sin respuesta, que por absurdas son graciosas. En cada fragmento hay un esperpento.



Se ha dicho que está Buñuel, pero no se ha dicho tanto que aquí está Lynch. El Lynch odiado de Inland Empire se aparece en ciertos momentos,la conclusión del relato en el piso que no está en venta o el trasplante de cara que no impresionó a su marido.

Desfilan sin parar caras conocidas: Ernesto Alterio, Carlos Areces, Coque Malla, Didac Alcaraz, Javivi, Santiago Segura, Tristán Ulloa, Maribel Verdú, David Pareja, Ernesto Sevilla... Actores, directores y guionistas conocidos, unos en el mundo mediático del cine, otros en los círculos de culto independientes.

Una película para sentirse orgulloso de nuestro cine. Sin a penas medios, consigue arrastrarnos a una visión propia, para reírnos en estado de embriaguez y salir con la impresión de que nunca se nos había ofrecido nada igual. Hasta que la comedia convencional se renueve y salga de sus propios vicios, seguirán siendo mejores estos delirantes experimentos.



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