Cuando George A. Romero, harto de rodar anuncios comerciales, se lanza a dirigir su primera película, dudo mucho que se imaginara que iba a crear uno de los mayores mitos del cine de terror. Precisamente un género que se ha ganado la enemistad de los cinéfilos más puristas por haber caído cien veces en los mismos tópicos, incluso llegándose a autoparodiar -sin ser conscientes de ello ni tener maldita gracia- hasta límites insospechados. Más todavía cuando un film sale del submundo de la serie b. Y más todavía si tiene zombies. Pero vamos a ver que La Noche de Los Muertos Vivientes es una de las mejores películas de la historia del cine, pese a tener caminantes caníbales, trabajar a la sombra del género y haberse realizado de manera novel con tan sólo ciento catorce mil dólares.

El maravilloso blanco y negro le sienta como anillo al dedo, debido al excelente uso de las luces y las sombras dentro de la casa, las siluetas en los exteriores -los planos de las ramas peladas de los árboles son absolutamente inquietantes- y los focos en la noche previa al clímax, en la que intentarán escapar de manera fallida de la casa. Se combina la cámara en mano con el trípode más estático en una composición económicamente efectiva del plano, aunque en montaje queda extraño y abrupto. Las partes que más me impactaron fueron precisamente las rodadas a pulso, dando un magnífico toque de autor a tales planos secuencia, en una especie de Nouvelle Vague trasnochadamente fantástica. Pero mucho me temo que se hicieron más por un tema de medios (que faltaban) que por una cuestión puramente estética. Otro de los muchos momentos geniales a nivel visual del largo es la escena del asesinato de la madre. Para empezar, harto siniestro que una niña zombie acuchille a su madre con una pala de enyesar paredes. Pero cómo está rodada es lo magnífico, en un alarde de erudición hitchcockiana, utiliza la silueta de la asesina al más puro estilo Psicosis, con un magnífico -y bastante psicodélico- sonido de gritos distorsionados. La secuencia antes mencionada de la fuga nocturna no tiene desperdicio, pero tampoco voy a desgranarlas todas por escrito, que una imagen vale más que mil palabras. Aunque en este caso se hicieron con un puñado de dólares.
El guión no se queda atrás, desarrollando unos personajes claramente diferentes que entran en conflicto ante las encontradas opiniones respecto a su propia supervivencia. Todos tienen un fondo y un carácter nada tópico, una dimensión profunda y unas motivaciones por las que luchar...Ya querrían para sí las películas modernas del género hilar tan fino, que más que el terror trabajan espanto. Sin apenas peripecias con los zombies, pero siempre recordándonos que están ahí, hay momentos de verdadera tensión, el miedo cada vez adquiere un carácter más interior, recurriendo a la psicología y no al susto. Y para solventar la curiosidad y hacer más verosimil el relato, se introduce la información mediante una televisión y una radio, asistiendo progresivamente a la investigación de la misteriosa plaga de manera racionada y diegética. Para que el fuego no se apague se utilizan constantes símbolos y cosificaciones, no ya sólo el cadaver que yace en la casa desde antes que nuestros protagonistas lleguen, si no con los animales disecados a los que observan con pavor, en una alegoría a la muerte tan solo aparente de los necrófagos. Merece la pena también hablar del lado políticamente incorrecto, no sólo del asesinato en el que hace un momento nos recreábamos, si no el final. Fíjense ustedes cómo termina, quién interviene y contra quién. Luego pueden comentarlo aquí, no queremos desvelarlo, pero sí llamar su atención hacia ese detalle.

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